por Vale Levin

   El 5 del mes hebreo de Av, se conmemora el día del Amor. Una celebración menor en la escala de prioridades de nuestro calendario ya que no es el cambio de ciclo de un año, no es un día para pedir perdón, no es un día de arrepentimiento ni de nuevos objetivos. Pero, ¿qué es el amor sino una mera manifestación de un sentimiento? Como educadores nos preparamos para enseñar, aprendemos a enseñar, a diseñar contenidos, desenvolvernos en instituciones y desarrollar habilidades para ser docentes. Aunque no lo creamos, también somos un hilo conductor de amor, porque no puede haber vínculo de enseñanza-aprendizaje si no hay amor por lo que se hace.

   Había una vez, en la época del Segundo Templo de Jerusalén, una bella y romántica tradición: en cierta fecha, las mujeres debían salir con vestidos blancos prestados, a modo de que ninguna se quedase sin la posibilidad de tener uno, a bailar por los viñedos. Los hombres, al igual que las mujeres, acudían a la fiesta. En dicho acontecimiento, la intención era nada más ni nada menos que encontrar el amor. Formar familia, vivir perpetuando las tradiciones, encontrar el medio Maguen David era el propósito de acudir a la fiesta con las bellas prendas. Ya no tenemos al Segundo Templo con su tradición pero si pensamos en los lugares de encuentro del primer amor, claramente los espacios educativos lo son. De niños nos enamoramos en el jardín, en la escuela, en la tnua, en el movimiento juvenil, en el club. No necesariamente de un ser con figura física. El amor puede tener tantas formas como seres vinculados. Yo recuerdo mi amor por los libros de Mafalda, escritos por Quino. Leía las páginas encontrando las respuestas a todos mis interrogantes generando aún más preguntas. Me fascinaba el humor, la indignación, el escuchar tanta sabiduría en la voz de una niña pequeña. Encontramos el amor en lo inesperado. No sólo en las páginas de un libro sino también en la naturaleza. Caminamos por las calles pensando que las hojas son maravillosas. Pero no debemos romantizar el amor ya que a veces caminamos por los espacios educativos sintiendo frustración porque quizás una propuesta no salió como imaginábamos. Eso también es el amor, encontrarse con lo inesperado para bien o para mal. Pensar además que el amor tiene un solo idioma, es un error ya que el judaísmo nos presenta diversos lenguajes del amor. 

   Es importante tener presente que Tu Beav es el mes de los enamorados, no de los novios ni de los esposos. Es decir, si estamos enamorados de nuestra profesión, de nuestra tarea, de nuestro motor por la educación, entonces, también nos merecemos atribuirnos el festejo de este mes, de este día, de este amor. En el judaísmo el concepto principal es la alianza, el pacto con Dios, el cual se remonta a tiempos antiguos. Una de las leyes esenciales dentro de nuestro pueblo es la relacionada con el amor al prójimo. En Pirkei Avot se contrastan dos tipos de amor: el amor condicional, que no perdura, y el amor incondicional, que perdura. Amnón y Tamar eran dos hermanos por parte de su padre David. Amnon se enamoró de Tamar hasta que terminó abusando de ella, luego de lo cual Amnón cambió de actitud y la odiaba con más intensidad que el amor con el que la amaba antes. Iehonatan fue hijo del primer rey de Israel, el Rey Shaúl, y designado heredero al trono. David era un rival que terminaría reemplazando al rey Shaúl. Shaúl odiaba a David porque lo vio como usurpador y aun así su hijo Iehonatan amaba a David. Es interesante analizar dichos ejemplos. En el caso de Amnón y Tamar, el amor nacido por el interés específico que Amnón tenía para con Tamar, opacaba el amor natural y desinteresado entre hermanos. Al estar atraído hacia ella sexualmente, convirtió el vínculo desinteresado en uno de interés. Al realizar su deseo para con ella, ya no le interesó más. La “amaba” sólo porque le servía; era meramente un medio para satisfacer su apetito sexual. No la amaba a ella como persona, sino como objeto utilitario. En cambio en el caso de David y Iehonatan, lo natural era que Iehonatan odiara a David por la amenaza al trono que representaba. No obstante, amó a David por quien era; no por lo que le iba a aportar. Entonces he aquí la definición del verdadero amor: valorar al otro más allá de lo que puede hacer por uno. 

   El amor es un ejercicio constante, es una actividad que se realiza en el día a día con palabras de cariño, con gestos no materiales de atención, con el interés del bienestar del otro. Educar es un acto de amor, es el ejercicio mental más desafiante no medible en resultados cualitativos ni cuantitativos tangibles. Enseñar es amar porque es entregar con pasión una parte de sí para el bienestar del otro. No esperamos algo a cambio cuando enseñamos más que el crecimiento personal, profesional, espiritual y cultural del otro. Cuando educamos formamos familia porque consolidamos una unión, aquella mediante la cual creamos un mundo mejor a través de una generación mejor, dispuesta a amar a los prójimos como ella fue amada.