por Vale Levin

   Hace unos días me tocó brindar un Dvar Torá en un espacio laboral. Todas las semanas además de tener nuestras habituales reuniones de trabajo, contamos con espacios de capacitación y reflexión. para mí, escuchar a mis compañeros brindar una interpretación de una porción de la Torá, es algo fascinante. Ver como personas que quizás suelen tener tareas más administrativas pueden disfrutar enormemente posicionarse en el lugar de educadores, me resulta admirable. Visualizar como educadores se ponen nerviosos cuando les toca brindar un espacio a sus pares, me da cierta ternura al mismo tiempo que me genera confianza y transparencia en la persona: nadie es profeta en su tierra ni se cree el dueño del conocimiento absoluto. El día que me tocó hacerlo a mí, estaba sumamente nerviosa. Enojada por mi falta de conocimiento. Contemplando cómo podría preparar algo que fuese fiel a la historia que debía contar pero al mismo tiempo contar con una vuelta de tuerca que habilitase una interpretación con mensaje relevante para nuestro hoy en día. Y así fue como me enfrenté a la parashá Shlaj.

   “Shelaj Lejá” fue lo que D’s le dijo a Moisés, “mandá espías a la Tierra Prometida, antes que los israelitas lleguen allí, porque tenés que saber qué hay ahí”. D’s le dice a Moisés que tiene que saber si la tierra es fértil o infértil, habitada o deshabitada y si hay gente allí, ¿le darán la bienvenida a los israelitas o tratarán de matarlos?. Atento a este mensaje, Moisés envía 12 espías a la Tierra Prometida, cada uno de ellos de una tribu distinta. Una aventura a modo de excursión escolar comienza. (Aunque siempre tengo la sensación que de esas experiencias, todos, absolutamente todos los alumnos siempre vuelven contentos. Aquí la historia fue un poco diferente…). Cuarenta días después, los espías encubiertos vuelven a Moisés. Pero con noticias encontradas. Por un lado, algunos de ellos reportan que la tierra es un verdadero paraíso, donde abundan la leche y la miel. De hecho, traen un racimo de uvas tan tan pesado que requiere de dos personas para cargarlo. Por otro lado, diez de aquellos doce espías dicen que la tierra está habitada por gigantes y los pobres y débiles israelitas no tendrían la más mínima chance de vencerlos. Dos de los espías están en desacuerdo y disienten: Yoshúa, quien luego se convierte en líder de los israelitas y Caleb, su fiel compañero. Ambos les dicen a los israelitas que no deben preocuparse, que ellos pueden vencer a los hostiles habitantes de la tierra para luego disfrutar toda esa abundancia que se presenta naturalmente en esos suelos. Pero la gente decide no escucharlos y entran en pánico y lloran y hacen berrinche. Viendo estas reacciones, D’s se da cuenta que esta generación de israelitas, recientemente liberados de Egipto, no es capaz de heredar la Tierra Prometida después de todo. Entonces, D’s los manda a divagar en el desierto por 40 años. Tiempo suficiente para que nazca una nueva generación; una generación que nunca haya vivido la esclavitud y pueda así sentirse lo suficientemente confiada para conquistar la tierra. 

   Es entonces aquí que nos preguntamos, si D’s supuestamente sabe todo, ¿por qué envió a los espías que volverían en la frustrada misión sin lograr su objetivo? O peor aún, ¿por qué siquiera enviarlos? ¿No debería acaso D’s saber cómo era la tierra, qué tan factible sería habitarla o no? La respuesta es que, al igual que nosotros, los antiguos israelitas tenían que aprender las lecciones por sí mismos. No somos bebés que necesitamos que D’s nos dé el alimento en la boca o léase, todas las respuestas servidas. Tanto en aquel entonces como ahora tenemos que averiguar las cosas por nosotros mismos; hacer nuestra propia búsqueda, construir nuestro propio aprendizaje. Obviamente a veces nos equivocamos y nos llevamos las impresiones incorrectas de los lugares o de la gente. O de nuestra propia capacidad. Aquellos espías se habían dejado dominar por el miedo y el pánico. Quizás podrían haber heredado la tierra, pero como creían que no podían, no pudieron. Donde algunos de ellos vieron una tierra desierta, otros vieron una tierra fértil, llena de oportunidades. Donde algunos vieron un enemigo, otros vieron un potencial amigo. Cuarenta años después Yoshúa envía a unos espías a la misma tierra y los espías vuelven diciendo que podían habitarla. ¿Había la tierra cambiado? No, eran los israelitas los que habían cambiado, sus perspectivas, sus puntos de vista. Shlaj Lejá significa en realidad Te Envío, o Enviado a Vos, porque lo que los espías tenían que hacer era aprender sobre ellos mismos, sus miedos o sus potenciales habilidades. A veces se requiere una nueva generación para enfrentar los miedos y afrontar los cambios.