por Vale Levin
Mis mejores recuerdos de espacios educativos y mis primeros pasos en la educación no formal, fueron gracias a la tnuá. Allí no sólo había una organización horizontal sino que además, todo se podía hablar, todo se podía crear, todo estaba basado en ideales y propuestas nobles que buscaban hacer del mundo un lugar mejor a través de la educación y el liderazgo. La tnuá siempre fue un espacio donde los pilares estaban presentes y el mejor modelo de política y responsabilidad hacia el otro estaban constantemente en nuestras cabezas como estandartes. En la tnuá aprendí a asumir responsabilidades, a preocuparme por los demás en otras esferas de la vida, en dimensiones nunca antes pensadas. Pero también aprendí a estresarme y frustrarme cuando las cosas no salían como las planeaba. Aprendí a discutir y reconocer errores. Aprendí también que si estaba mal, se notaba. Y si contestaba mal, dañaba. Y si no enseñaba con el ejemplo, mi discurso caía por sí mismo. En ese mágico espacio conocí el significado de Dugma Ishit y aprendí que tanto su definición como su puesta en práctica eran difíciles.
El rol del madrij siempre suele estar idealizado. Muchas veces en ese lugar nos vemos sumamente empoderados porque si bien el rol tradicional del docente en la escuela parece ser para los estudiantes anticuado, el rol del madrij no pasa de moda porque el vínculo, si bien educativo, conlleva cierta idealización. Pero es el madrij quien debe al mismo tiempo ser consciente del lema que usan los superhéroes. Stan Lee, creador de la mayoría de los héroes de Marvel, encontró inspiración en Franklin D. Roosevelt para utilizar en el Hombre Araña una memorable frase. Dos días antes de morir, Roosevelt, quien era admirado por su capacidad oratoria dijo: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Curioso es que si bien el judaísmo está basado en ejemplos de liderazgo, Génesis nos relata numerosos ejemplos de fallas de responsabilidad: confrontado por D’s con respecto a su pecado, Adán culpa a Eva, Eva culpa a la serpiente, Caín cuestiona si él es el guardián de su hermano, Noé que supuestamente era el justo perfecto en sus generaciones no tiene ningún impacto en sus contemporáneos. En contraposición, Éxodo comienza con la responsabilidad que Moisés asume cuando ve a un egipcio golpeando a un judío. Intervenir es accionar y querer cambiar la realidad. Es asumir un liderazgo. Lo mismo hizo cuando vio a dos judíos peleando y cuando vio a pastores abusando de las hijas de Jetro. En el judaísmo parece haber un lema muy importante constituido por tres pilares: somos libres, somos responsables y si hay una injusticia, debemos cambiarla.
Es importante tener en cuenta que nadie puede liderar solo. De la misma manera que un líder necesita gente que lo siga; no se puede liderar una revolución solo. La Torá dice que “no es bueno que el hombre esté solo” y no sólo se refiere al amor de pareja, sino también a lo grupal, al sentimiento de pertenencia y a la posibilidad de creación colectiva. El liderazgo es trabajo en equipo. Es maravilloso también ver cómo no hay un estilo único de liderazgo en el judaísmo. Durante los 40 años en el desierto hubo tres líderes: Moisés estando cerca de D’s, Aarón estando cerca de la gente; Miriam dirigiendo a las mujeres y sosteniendo a sus dos hermanos. Durante la era bíblica había líderes políticos, líderes religiosos y líderes idealistas. En el judaísmo el liderazgo en una propiedad emergente de múltiples roles y perspectivas. El liderazgo es una característica que tiene a mirar hacia el futuro: cuando Moisés le cuenta a su gente los desafíos que enfrentarán en la Tierra Prometida, expone también su visión de una buena sociedad. La Torá dice que un rey debe escribir su propio Sefer Torá porque los líderes tienen que ser personas estudiosas y leídas ya que sin un constante estudio, el liderazgo carece de horizonte y profundidad. El estudio y la acción marcan la diferencia entre el estadista y el político, entre el orador y el líder transformador.
Liderar también significa creen en las personas que se lideran. Y es fundamental contemplar que el judaísmo de liderazgo profundo prefiere al liderazgo de influencia antes que al liderazgo de poder: los reyes tenían poder mientras que los profetas tenían influencia. El poder eleva al líder por encima de la gente y le hace olvidar sus raíces, sus objetivos y misión. La forma más elevada de liderazgo en el judaísmo es la enseñanza y la transmisión ya que la educación crea líderes y mentes críticas. Moisés dice dos cosas sobre el liderazgo. Un líder debe liderar desde el frente: él o ella debe “salir antes que ellos”. Pero un líder no debe estar tan al frente que, cuando se da vuelta, no encuentra a nadie que lo siga. Debe “sacarlos”, lo que significa que debe llevar personas con él, debe ir a un ritmo que la gente pueda soportar. Dugma ishit implica un delicado equilibrio entre la impaciencia y la paciencia, entre templanza y ritmo, entre ideas y acciones. Los líderes transformadores ven la necesidad de que las personas cambien. Los grandes líderes judíos no creyeron siempre en sí mismos, de hecho dudaron de su capacidad para liderar. Los líderes lideran porque hay trabajo por hacer, porque hay personas necesitadas, porque hay que luchar contra las injusticias, porque hay problemas y desafíos que resolver. Los líderes lideran porque quedarse de brazos cruzados sin hacer nada esperando que otros hagan es la opción fácil. La vida responsable es aquella que traerá frustraciones pero al mismo tiempo satisfacciones por las victorias ganadas.
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