por Vale Levin

   Una vez me encontré ingresando a un salón con estudiantes totalmente alborotados. Estaban llenos de quejas y sumamente enojados con una profesora. Los reclamos de los estudiantes decían que la profesora les tomaba evaluación sin aviso, que si ellos preguntaban, ella no respondía sus consultas; que si la docente tenía un mal día, se desquitaba con ellos. El grupo se exaltaba cada vez más y más a medida que expresaba lo que consideraban eran injusticias. Era evidente que querían compartirme su enojo pero mi existencia en ese momento pasaba por desapercibido. Me miraban al gritar pero no registraban si yo los escuchaba, me reía o si los ignoraba. Luego de dejarlos hablar por largo rato les pregunté qué habían hecho por generar un diálogo en todo este tiempo de ofuscación que según relataban ellos, llevaba meses. Mi pregunta resultó desconcertante. Prácticamente no se habían puesto pensar que ellos debían hacer algo. Yo me había pasado años trabajando sobre la historia nacional y de nuestro pueblo pero la idea de luchas por sus propios derechos o la posibilidad de analizar los acontecimientos en perspectiva, les resultaba ajena. Fue entonces cuando me vi en la obligación de explicitarles situaciones en las que vieran malentendidos, desentendidos, altercados y cómo mantenerse enceguecido en una postura, no era la solución. Ellos entendieron ahí que estaban buscando pelear una batalla pero su contrincante, ni enterada estaba del conflicto.

   Nuestra historia parece estar signada por revoluciones, cambios y transformaciones. Pero cómo y cuándo nos damos cuenta que es momento de hacer un quiebre y modificar la historia, es el asunto principal. Cuando Moshé lidera al pueblo judío para liberarse de la esclavitud en Egipto, conduciendo el Éxodo hacia la Tierra Prometida, está haciendo una revolución. Busca la independencia a partir de romper con estructuras pre-establecidas y toma las riendas del liderazgo brindándole a su pueblo una alternativa a la realidad reinante. Pero al mismo tiempo toda revolución necesita orden para poder llegar a una independencia y dar lugar a los cambios. Cuando los mandatos aparecen ante Moisés en el Monte Sinai, al bajar Moisés y ver que el pueblo judío estaba adorando al becerro de oro, rompe enfurecido las tablas ya que la idolatría está prohibida en el judaísmo y pide un pacto o alianza para reivindicar al pueblo, de manera que los Diez Mandamientos son creados y un orden es establecido.

   Pero no sólo fuimos iluminados cuando recibimos los Diez Mandamientos, desde una perspectiva filosófica, la Haskalá fue otro momento de revolución, de elevación cultural. La Ilustración Judía que comenzó a fines del siglo XVIII, enmarcada en los valores del Siglo de las Luces, buscaba una mejor integración con el entorno vinculando entre otras cuestiones la educación y la historia judía. Esta revolución marcó el inicio de la integración de los judíos con el mundo secular, creando el primer movimiento político judío a partir de la lucha por la emancipación. Y si hablamos de movimiento judío de liberación tenemos que pensar también en los macabeos, que lucharon y consiguieron la independencia que les estaba siendo negada por los helenos. Los resultados de la rebelión los celebramos, pero es importante recordar cómo se llegó a dicha situación y el impulso que tomaron para consolidarse como grupo unificado que lucharía por el bien común. Fascinante es pensar en los dilemas que habrán atravesado los jóvenes que lideraron el Levantamiento del Ghetto de Varsovia. Por primera vez la izquierda y la derecha se ponían de acuerdo para luchar contra el mal y por el bien común. No buscaban quedarse de brazos cruzados viendo a sus familias y seres queridos morir, sino que estaban dispuestos a luchar hasta el último hálito de vida. Una vez que Alemania había invadido Polonia, la población judía de todo el país comenzó a sufrir ataques diariamente.Dicha población que llegaba a los 3 millones, fue reubicada en pequeños sectores de ciudades polacas conocidos como ghettos. Allí estaban hacinados, despojados de muchas de sus pertenencias, rodeados de epidemias y hambre, se encontraban privados de una vida digna y en libertad. Al iniciarse las deportaciones los líderes judíos no creían que luchar era una opción ya que se pensaba que eran enviados a campos de trabajo. Luego, cuando la realidad comenzó a llegar a sus oídos, en la desesperación pudieron visualizar que sólo la lucha les brindaría el alivio de pensar que algo habían hecho por intentar cambiar la cruel realidad. Son ejemplos de lucha también todos los intentos por transformar esa situación que no implicaban armas: escribir, reclamar, generar espacios de reflexión, conservar una tradición, educar, ayudar. La rebelión podía tener mil formas. La rebelión estaba por ellos hacían algo por más mínimo que parecía debido a las trágicas circunstancias.

   Entonces luego de revisar la historia y poder ejemplificar cómo las revoluciones dieron lugar a grandes cambios, les pregunté a mis jóvenes estudiantes qué podrían comenzar a hacer para crear. No podemos quedarnos sólo en el reclamo. La queja debe estar acompañada de un accionar porque si no somos replicadores de un sistema injusto que promueve un límite a las libertades de los otros. Además era importante acompañar a los estudiantes en el entendimiento que su “tragedia” no era tal.Sí era un problema porque no había diálogo, pero ellos eran también responsables de crearlo. Cómo pensaban generar un espacio con la docente para comprender que podrían llegar a entendimiento de las partes y modificar su realidad, era un pequeño accionar en sí mismo. Una revolución es un cambio que transforma el curso de la historia, que genera modificaciones en el ámbito de lo político, lo social o lo económico. Pero por sobre todo, una revolución nos modifica educativamente. Nos obliga a cambiar las realidades, adaptarnos a los nuevos momentos pero, por sobre todo, nos permite crear nuevos momentos. La revaloración de nuestro pasado, para cambiar nuestro futuro, trabajando en nuestro presente, nos brinda oportunidades para crear. Elie Wiesel, sobreviviente de la Shoá, escritor, profesor, filósofo, humanista, activista, dijo una vez: “Puede haber ocasiones en las que no tengamos el poder de evitar la injusticia, pero nunca debe haber un momento en el que no logremos protestar.”